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Fotocopia del libro editado en España, compendio de distintos ensayos presentados en el XII Congreso Nacional de Psicología Aplicada, año 1995. El ensayo fotocopiado se denomina: "Una aproximación a la dáctilo-psicología; rasgos psíquicos y otras consideraciones", firmado por un grupo de psiquiatras españoles. La fotocopia fue encontrada en la guantera del auto alquilado por Inés Pereyra. Sin acotaciones al margen.

L'uomo delinquente. Tal el título de un trabajo realizado por Cesare Lombroso, un ex cirujano del ejército y director del Asilo de Pesara, en el cual, y después de estudiar más de seis mil casos de personas que habían delinquido, encontraba ciertas características o peculiaridades físicas que, supuestamente, tendían a repetirse.

Para Lombroso, el típico delincuente tenía mandíbula ancha, orejas grandes, brazos largos y pómulos altos. Para él, y siempre basándose en su estudio, un incendiario tenía cabeza pequeña; un estafador debía ser fuerte, de mandíbulas anchas y pómulos altos; un ratero tenía las manos largas y generalmente contextura alta y cabello oscuro.

Hubo otros intentos parecidos. El doctor vienés Franz Joseph Gall desarrolló la teoría de la frenología, que tuvo mucha aceptación por aquella época. Según esta teoría, el carácter de la persona podía descubrirse observando la forma del cráneo. Para él, las tendencias domésticas estaban concentradas en la parte trasera del cráneo; las aptitudes intelectuales, en la parte frontal; la generosidad, en la superior; y el egoísmo y el egocentrismo, en los laterales. Sus seguidores llegaron a clasificar más de cuarenta características, y aseguraban que con sólo medir una cabeza podían saber si estaban ante un bebedor empedernido, un jugador compulsivo o un ladrón.

Las teorías de Lombroso y Gall, poco apoco, fueron desmentidas por la realidad. Sin embargo, y aunque sus técnicas hayan fracasado, la esencia de lo que pregonaban no murió del todo. Psicoanálisis incluido, no sólo quienes trabajan en la práctica forense sino también la gente común, muchos, siguen intentando encontrar un patrón que pueda indicar quiénes podrían, y quiénes no, ser delincuentes en potencia. O asesinos.

Tal vez, lo más asombroso sea que esta inquietud no se deba tanto a poder definir esa posibilidad en el otro, sino en uno mismo.

La garantía de que uno nunca podrá convertirse en un pequeño monstruo.