40345.fb2 Un Corazon Lleno De Estrellas - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 6

Un Corazon Lleno De Estrellas - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 6

3

Luz de luna

Todas su compañeras estaban ya vestidas y aseadas, pero Eri no despertaba. Para evitarle el castigo de Monsieur Lafitte una de ellas empezó a zarandearla. No obstante, la niña parecía hacer caído en un extraño y profundo sueño que no lograban traspasar las voces de sus amigas.

Asustadas, dieron el aviso a la monja enfermera, que tampoco logró devolverla a la vigilia. Ni siquiera una cucharada de agua del Carmen, un fuerte licor que resucitaría a un muerto, sacó de Eri de aquel insólito desmayo.

Michel vio con el corazón en un puño cómo se llevaban a su Luz de luna en camilla. Cuando la vieja ambulancia cerró el portón trasero, salió corriendo tras ella con lágrimas en los ojos.

No paró de correr hasta llegar, exhausto, al gris edificio que se erigía en las afueras de Selonsville. El hospital de la ciudad era un lugar lúgubre donde muchos combatientes habían llegado para exhalar el último suspiro ante sus familiares.

Además de sus compañeros de orfanato, aquella niña era la única familia que tenía en el mundo, así que Michel sintió que las piernas le temblaban mientras subía las escaleras. Iba a recibir un buen castigo por haber salido del centro fuera de horas, pero no era ése el motivo por el que el frío se había instalado en lo más profundo de su ser.

Cuando llegó a la segunda planta, una apática enfermera le señaló el final de pasillo. Frente a la última puerta dos médicos charlaban entre susurros con expresión grave.

Michel corrió hacia ellos temiendo lo peor. Uno de los médicos le bloqueó la entrada a la habitación cuando ya estaba a punto de colarse dentro.

– No se admiten visitas -dijo con voz grave.

– Necesito saber cómo está Eri -imploró Michel.

– viva.

El segundo médico se apartó para que su compañero pudiera hablar a solas con la única persona que se había interesado por la joven paciente. Michel se tranquilizó un poco al ver que su amiga reposaba en la cama con la cabeza hundida en la almohada.

Sin embargo, la expresión de la niña no era de plácido sueño. La vida misma parecía haber huido de aquel cuerpo frágil y delicado. Varios cables la conectaban a una máquina que palpitaba con un lento zumbido.

– ¿Qué le pasa? -preguntó el niño muy preocupado-. ¿Cuándo se pondrá bien?

– No lo sabemos. De momento las pruebas no permiten…

– Cuando despierte, le pueden preguntar qué le hace daño para poder curarla -lo interrumpió Michel.

El médico apoyó la manaza en el hombro del chico antes de bajar la voz para comunicarle:

– Ése es el problema, que no sabemos si va a despertar. Tenemos pocas esperanzas -Michel sintió cómo algo dentro de él se desmoronaba mientras el hombre acababa de emitir su diagnóstico-. Tu amiga ha entrado en como por causas desconocidas. La hemos examinado a fondo y no ha recibido ningún golpe que explique su estado. Mi compañero opina que puede deberse a una enfermedad del corazón que no le había sido detectada hasta ahora.

– ¿Quiere decir, entonces, que Eri no despertará? -preguntó Michel con lágrimas en los ojos-. ¿Se va… a morir?

La expresión del médico se ensombreció mientras se encogía de hombros.

Odiaba reconocer que no tenía respuesta.