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La primera cosa que hicimos fue hablar con la señorita Garber sobre nuestros planes para los huérfanos, y pensó que era una idea maravillosa. Ésa era su palabra favorita, a propósito – maravilloso – acorde con la que daba la bienvenida "Holaaaaaaa". El lunes, cuando se dio cuenta de que me sabía todas mis líneas, dijo, "¡Maravilloso!" Y durante las próximas dos horas siempre que terminaba una escena, lo diría otra vez. Al final del ensayo, lo había escuchado un número astronómico de veces.
Pero la señorita Garber tenía una idea en realidad mejor. Dijo a la clase lo qué estábamos haciendo, y preguntó si otros miembros del elenco podrían hacer sus partes también para que los huérfanos pudieran disfrutar el espectáculo completo. La manera en que preguntó quiso decir que no tenían una elección realmente, y miró a la clase, esperando que alguien asintiera con la cabeza para que así ella pudiera hacerlo oficial. Nadie movió un solo músculo, menos Eddie. Pero de algún modo él había inhalado un bicho en aquel momento exacto, y estornudó violentamente. El bicho voló por su nariz, hasta el otro lado de su escritorio, y aterrizó en el piso por la pierna de Norma Jean. Ella saltó de su silla y gritó alto, y las personas cerca de ella gritaban, "Ehh… ¡vamos!" Y el resto de la clase estaba mirando y estirando sus cuellos, tratando de ver qué ocurrió, y durante los siguientes diez segundos había un pandemonio total en el aula. Para la señorita Garber, eso era tan bueno como la respuesta que necesitaba. "Maravilloso", dijo, cerrando la discusión.
Jamie, mientras tanto, se estaba poniendo muy emocionada sobre actuar para los huérfanos. Durante un descanso en los ensayos me jaló a un lado y me agradeció por la idea. "No hay ninguna manera en que tú pudieras saberlo", dijo casi con complicidad, "pero había estado preguntándome qué hacer para el orfanato este año. He estado rezando por el durante meses porque quiero que esta Navidad sea una de las más especiales".
"¿Por qué es tan importante esta Navidad?" le pregunté, y sonrío pacientemente, como si hubiera hecho una pregunta que no importaba realmente.
"Sólo lo es", dijo de manera sencilla.
El próximo paso fue decirlo a el Sr. Jenkins, el director del orfanato. Ahora, yo nunca había conocido al Sr. Jenkins, siendo que el orfanato estaba en Morread City, que estaba al otro lado del puente de Beaufort, y nunca había tenido ninguna razón de ir allá. Cuando Jamie me sorprendió con la noticia de que lo conoceríamos al día siguiente, yo estaba algo preocupado con mi manera de vestir y no fui un poco elegante. Sé que era un orfanato, pero uno quiere dar una buena impresión. Aunque no estaba tan emocionado sobre eso como Jamie (nadie estaba tan emocionado como Jamie), no quería ser mirado como el Grinch que arruinó la Navidad para los huérfanos, tampoco.
Antes de que fuéramos al orfanato para conocerlo, tuvimos que ir caminando a mi casa para recoger el automóvil de mamá, y mientras allí, planeé ponerme algo un poco mejor. La caminata tomó aproximadamente diez minutos o un poco más, y Jamie no dijo mucho por el camino, por lo menos hasta que llegamos a mi vecindario. Las casas alrededor de la mía eran todas grandes y bien cuidadas, y preguntó quién vivía dónde y cuántos años tenían las casas. Respondí a sus preguntas sin mucha idea, pero cuando abrí la puerta principal de mi casa, me daba cuenta de qué diferente era este mundo comparado con el suyo. Tenía una expresión de impresión sobre su cara cuando miró la sala, percibiendo el entorno.
No dudo que fue la casa más lujosa en la que alguna vez había estado. Un momento después vi sus ojos desplazarse a las pinturas que bordeaban las paredes. Mis antepasados, por así decirlo. Como con muchas familias del sur, mi linaje entero podía ser seguido en las caras que cubrían las paredes. Ella miró fijamente los cuadros, buscando una semejanza, pienso, luego giró su atención al mobiliario, que todavía se veía prácticamente nuevo, aún después de veinte años. El mobiliario estaba hecho a mano, montado o tallado en caoba y cerezo, y diseñado específicamente para cada habitación. Era bonito, tuve que admitir, aunque no era algo en lo que realmente pensara. Para mí, era sólo una casa. Mi parte favorita era la ventana en mi habitación que estaba en la parte superior del pórtico. Ésa era mi escotilla de emergencia.
Le mostré alrededor, con un pequeño paseo, le di un viaje rápido por la sala de estar, la biblioteca, el sótano, la habitación familiar, los ojos se le hacían más amplios con cada nueva habitación. Mi mamá estaba en el pórtico de atrás, tomando una bebida de caramelo de menta y leyendo, y nos escuchaba investigar. Y entró para saludar.
Creo que les mencioné que cada adulto en el pueblo adoraba a Jamie, y eso incluía a mi madre.
Aunque Hegbert siempre estaba dando los sermones que tenían escrito el nombre de nuestra familia, mi madre nunca la tomó contra Jamie, porque sabía lo dulce que era. Así que hablaron mientras estaba hurgando en mi ropero arriba para sacar una camisa limpia y una corbata.
Antes los chicos usábamos mucho las corbatas, especialmente cuando íbamos a conocer a alguien con algún puesto de autoridad. Cuando volví bajando las escaleras completamente arreglado, Jamie ya le había dicho a mi mamá sobre el plan.
"Es una idea estupenda", dijo Jamie, sonriéndome radiantemente. "Landon tiene un corazón de verdad especial".
Mi mamá – después de asegurarse que hubiera escuchado a Jamie correctamente – me miró y sus cejas se levantaron. Me miró fijamente como si fuera un extraterrestre.
"¿Así que ésta fue tu idea?" preguntó mamá. Como todos los demás en la ciudad, ella sabía que Jamie no mentía.
Limpié mi garganta, pensando en Eric y el lo que todavía quería hacerle. Involucraba melaza y hormigas bravas, a propósito.
"Un poco", dije.
"Asombroso". Era la única palabra que podía salir de su boca. Ella no conocía los detalles, pero sabía que debí haber sido encajonado en una esquina para hacer algo como eso. Las madres saben cosas así, y podía verla mirarme con ojos de miope atentamente y tratar de adivinar que pasó. Para librarme de su mirada fija inquisitiva, verifiqué mi reloj, fingí sorpresa, y con tranquilidad le mencioné a Jamie que era mejor que nos fuéramos. Mi mamá sacó las llaves del auto de su cartera y me las pasó, todavía dándome un vistazo cuando nos dirigimos hacia la puerta. Di un suspiro de alivio, imaginando que había pensado algo de algún modo, pero cuando iba con Jamie al automóvil, escuché la voz de mi madre otra vez.
"¡Regresa cuando quieras, Jamie!" Gritó mamá.
"Siempre eres bienvenida aquí". Incluso las madres podían burlarse de uno a veces.
Todavía estaba agitando mi cabeza cuando entre en el auto.
"Tu madre es una dama estupenda", comentó Jamie.
Encendí el motor. "Sí", dije, "supongo que sí".
"Y tu casa es hermosa".
"Uh – huh".
"Debes dar gracias por tantas bendiciones".
"Oh", dije, "lo hago. Prácticamente soy la persona viva más suertuda".
De algún modo no captó el tono sarcástico de mi voz.
Llegamos al orfanato cuando se estaba poniendo oscuro. Estábamos ahí un par de minutos adelantados, y el director estaba en el teléfono. Era una llamada importante y no podía reunirse con nosotros en ese instante así que nos pusimos cómodos. Estábamos esperando en un banco en el pasillo fuera de su puerta, cuando Jamie volteó hacia mí. Su Biblia estaba de vuelta. Supongo que la quería como soporte, pero tal vez, sólo fue su hábito.
"Lo hiciste realmente bien hoy", dijo. "Con tus líneas, quiero decir".
"Gracias", dije, sintiéndome orgulloso y abatido exactamente a la misma vez. "Todavía no he aprendido mis pasos, sin embargo", observé. No había ninguna manera en que podíamos practicar ésos sobre el pórtico, y esperé que no fuera a sugerirlo.
"Lo harás. Son fáciles en cuanto conoces todas las palabras".
"Eso espero".
Jamie sonrío, y luego en un momento cambió el tema, lanzándome una pregunta.
"¿Haz pensado en el futuro, Landon?" Preguntó.
Fui sorprendido por su pregunta porque sonó… tan ordinaria.
"Sí, sí. Supongo que sí", contesté cautelosamente.
"Bien, ¿y qué quieres hacer con tu vida?".
Me encogí de hombros, un poco precavido de a dónde estaba yendo la conversación.
"No lo sé aún. No he pensado esa parte. Iré a la UNC el otoño próximo, por lo menos eso espero. Tengo que ser aceptado primero".
"Tú lo harás", dijo.
"¿Cómo lo sabes?".
"Porque he rezado por eso también".
Cuando lo dijo, pensaba que estábamos empezando una discusión sobre el poder de la oración y la fe, pero Jamie me tiró otra bola curva.
"¿Qué hay después de la universidad? ¿Qué quieres hacer luego?"
"No sé", dije, encogiéndome de hombros.
"Tal vez seré un leñador con un solo brazo".
Ella no pensaba que eso fuera gracioso.
"Pienso que debes hacerte Ministro", dijo seriamente.
"Pienso que eres bueno con las personas, y respetarían lo que tienes que decir".
Aunque el concepto era completamente ridículo, con ella sólo sabía que venía del corazón y que lo dijo como un cumplido.
"Gracias", dije.
"No sé si haré eso, pero estoy seguro que encontraré algo". Tomó un momento para mí el darme cuenta de que la conversación había dado largas al asunto y que era mi turno para hacer una pregunta.
"¿Y tú? ¿Qué quieres hacer en el futuro?".
Jamie se volteó y noté una mirada fija y lejana en sus ojos, haciéndome preguntarme lo que ella pensaba, pero esto desapareció casi tan rápidamente como llegó.
"Quiero casarme", dijo silenciosamente. "Y cuando lo haga, quiero que sea en la iglesia donde mis padres se casaron, y quiero que mi padre camine conmigo por el pasillo y que me entregue en el altar, y quiero que todos a quienes conozco estén ahí. Quiero que la iglesia se reviente con tantas personas".
"¿Eso es todo?" Aunque no era contrario a la idea del matrimonio, me parecía un poco absurdo esperar eso como el objetivo de su vida.
"Sí", dijo.
"Eso es todo lo que quiero".
La manera en que respondió me hizo sospechar que pensaba que terminaría de la misma manera que la señorita Garber. Traté de hacerla sentir mejor, aunque todavía me parecía absurdo.
"Bien, pues tú te casarás algún día. Conocerás a algún tipo y serán el uno para el otro, y él te pedirá que te cases con él. Y estoy seguro que tu padre será muy feliz de llevarte del brazo por el pasillo".
No mencioné la parte sobre tener una multitud grande en la iglesia. Supongo que era una cosa que incluso yo no podía imaginar.
Jamie pensó en mi respuesta, realmente considerando el modo en que lo dije, aunque yo no supiera por qué.
"Eso espero", dijo definitivamente.
Podía darme cuenta que no quería hablar más del tema, no me preguntaba nada a mí así que me moví a algo nuevo.
"¿Así que cuánto tiempo haz estado viniendo al orfanato?" Pregunté en tono conversacional.
"Siete años ahora. Tenía diez años la primera vez que vine. Era más joven que muchos de los niños aquí". "¿Lo disfrutas, o te hace sentir triste?".
"Ambos. Algunos de los niños vinieron de unas situaciones muy horribles para acá. Es suficiente para romperte el corazón cuando te enteras de eso. Pero cuando te ven entrar con algunos libros de la biblioteca o un nuevo juego que jugar, sus sonrisas hacen desaparecer toda la tristeza. Es el sentimiento más grande en el mundo entero".
Ella prácticamente destellaba al hablar. Aunque no lo estaba diciendo para hacerme sentir culpable, ésa era exactamente la manera en que me sentía. Era una de las razones por las que era tan difícil aguantarla, pero para aquel entonces me estaba acostumbrando bastante a ella. Podía decirlo de una manera muy normal, algo que llegaría a aprender.
En ese momento, el Sr. Jenkins abrió la puerta y nos invitó a entrar. La oficina se parecía a una habitación de hospital, pisos de azulejo con paredes blancas y techos del mismo color, un armario de metal contra la pared color negro y blanco. Donde una cama habría estado normalmente, había un escritorio de metal que lucía como si hubiera sido sellado con una cadena de montaje. Estaba neuróticamente limpio de cosas personales. No había una sola fotografía o algo.
Jamie me presentó, y estreché la mano del Sr. Jenkins. Después de que nos sentamos, Jamie hizo la mayor parte al hablar. Eran viejos amigos, uno podía darse cuenta muy rápido, y el Sr. Jenkins le habían dado un abrazo grande tan pronto como había entrado. Después de frotar su falda, Jamie explicó nuestro plan. Ahora, el Sr. Jenkins había visto la obra dramática hacía ya algunos años, y supo exactamente de qué estaba hablando casi tan pronto como empezó. Pero aún cuando el Sr. Jenkins conocía a Jamie hace mucho y sabía que ella tenía buenas intenciones, él no pensó que fuera una buena idea.
"No pienso que sea una buena idea", dijo.
Así es cómo supe qué estaba pensando.
"¿Por qué no?" preguntó Jamie, con su frente arrugada.
Parecía realmente perpleja por su falta de entusiasmo.
"No pienso que sea una buena idea", dijo.
El Sr. Jenkins recogió un lápiz y empezó a golpear sobre su escritorio, obviamente pensando cómo explicarse. Entonces, dejó el lápiz y suspiró.
"Aunque es una propuesta estupenda y sé que te gustaría hacer algo especial, la obra es sobre un padre quién llega a comprender cuánto quiere a su hija". Dejó penetrar esas palabras por un momento y recogió el lápiz otra vez. " La Navidad es suficientemente difícil por aquí sin recordar que los niños están extrañando. Pienso que si los niños ven algo así…".
No tuvo que terminar ni siquiera. Jamie puso sus manos sobre su boca. "¡OH por!", dijo en ese instante, "usted tiene razón. No había pensado en eso".
Tampoco yo, a decir verdad. Pero lo que decía el Sr. Jenkins tuvo mucho sentido.
Nos agradeció de todos modos y charló sobre lo que planeaba hacer en vez de eso.
"Tendremos un árbol pequeño y algunos obsequios – algo que todos puedan compartir. Serán bienvenidos si nos visitan la Nochebuena…".
Después de que dijimos adiós, Jamie y yo caminamos en silencio sin decir algo. Podía distinguir que estaba triste. Cuanto más andaba con Jamie, más me di cuenta de que tenía un montón de emociones diferentes, siempre alegre y feliz. Créase o no, ésa era la primera vez en que reconocí que en algunos aspectos era exactamente como el resto de nosotros.
"Siento mucho que no resultó", dije sin hablar muy fuerte.
"Yo también". Tenía esa expresión distante en sus ojos otra vez, y fue solo un momento antes de que continuara.
"Sólo quería hacer algo diferente para ellos este año. Algo especial que recordarían para siempre. Pensaba con seguridad que esto era lo mejor…" Suspiró. "El Señor debe tener un plan del que no estoy al tanto aún".
Se callaba por mucho tiempo, y la miré. Ver a Jamie sentirse mal era casi peor que el sentimiento malo que ella causaba. A diferencia de Jamie, yo sí merecía sentirme mal conmigo mismo – Sabía qué clase de persona era. Pero ella…
"Mientras estamos aquí, ¿quieres pasar para ver a los niños?" Pregunté discreto. Fue lo único que podía pensar en hacer para hacerla sentir mejor. "Podría esperar aquí mientras les hablas, o ir al auto si así lo quieres".
"¿Los visitarías conmigo?" Preguntó repentinamente.
Para serles sincero, no estaba seguro de que podía manejarlo, pero sabía que me quería realmente allí. Y se sentía tan mal que las palabras salieron automáticamente.
"Sí, iré".
"Estarán en el salón de recreo ahora. Es donde ellos generalmente están en este momento", dijo.
Caminamos por los corredores hasta el final del salón, donde las dos puertas daban a una gran habitación. En una esquina lejana un televisor pequeño estaba con aproximadamente treinta sillas plegables de metal puestas por todas partes. Los niños se estaban sentando en las sillas, llenas de gente alrededor de ellas, y se podía distinguir que solamente los de la primera fila tenían una buena visión de la tele.
Eché un vistazo por todas partes. En la esquina había una vieja mesa de ping-pong. La superficie estaba rajada y empolvada, y no veía la red por ningún lugar. Había un par de tazas de plástico vacías sobre ella, y sabía que no había sido usada en meses, tal vez años. A lo largo de la pared después de la mesa de ping-pong había unos estantes, con algunos juguetes aquí y allá – bloques y rompecabezas, y otros cuantos juegos. No había demasiado, y los pocos que estaban ahí se veía que habían estado en esta habitación por mucho tiempo. Hacia adelante por las paredes había pequeñas pilas con periódicos, garabateados con crayones. Estábamos en la entrada por sólo un segundo. No habíamos sido notados aún, y pregunté para qué eran los periódicos.
"No tienen libros para colorear", cuchicheó, "así que usan periódicos".
No me miró cuando habló – en vez su atención era dirigida a los niños. Había empezado a sonreír otra vez.
"¿Éstos son todos los juguetes que tienen?" Pregunté.
Asintió con la cabeza. "Sí, menos los peluches. Esos está permitido guardarlos en sus habitaciones. Aquí es donde el resto de las cosas son guardadas".
Supongo que estaba acostumbrada a eso. Para mí, sin embargo, la apariencia de la habitación era una cosa deprimente. No podía imaginar crecer en un lugar así.
Jamie y yo entramos en la habitación definitivamente, y uno de los niños dio media vuelta al sonido de nuestros pasos. Eran aproximadamente las ocho creo, con pelo rojo y pecas, sus dos dientes incisivos faltaban.
"¡Jamie!" Gritó con felicidad cuando la vio, y de repente todas las otras cabezas giraron Los niños iban aproximadamente desde los cinco hasta los doce, más niños que niñas. Pasando los doce tenían que ser enviados a vivir con padres adoptivos, después supe.
"Hey, Roger", habló Jaime, "¿cómo estás?".
Con eso, Roger y algunos de los otros empezaron a aglomerarse alrededor de nosotros. Algunos de los otros niños hicieron caso omiso de nosotros y se acercaron más a la televisión ya que había asientos libres en primera fila. Jamie me presentó a uno de los niños más viejos que se acercaron y preguntó si era su novio. Por su tono, pienso que tenía la misma opinión de Jamie que la mayoría de los chicos en nuestra escuela tenían.
"Es sólo un amigo", dijo. "Pero es muy simpático".
Durante la siguiente hora, estuvimos con los niños. Recibí muchas preguntas sobre dónde vivía y si mi casa era grande o qué clase de automóvil poseía, y cuando tuvimos que partir definitivamente, Jamie prometió que estaría de regreso pronto. Notaba que no prometió que iría con ella.
Mientras estábamos caminando de vuelta al auto, dije, "Son un bonito grupo de niños". Me encogí de hombros torpemente. "Me alegro de que quieras ayudarlos".
Jamie volteó hacia mí y sonrío. Sabía que no había mucho para añadir después de eso, pero podía distinguir que todavía se estaba preguntando qué podía hacer esa Navidad para ellos.