40412.fb2 Viejas historias de Castilla la Vieja - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 14

Viejas historias de Castilla la Vieja - читать онлайн бесплатно полную версию книги . Страница 14

XIV – Grajos y avutardas

En la gran planicie que forman las tierras de mi pueblo, de la parte de Molacegos del Trigo, hay una guerrilla de chopos y olmos enanos, donde al decir del Olimpio celebraban sus juicios los grajos en invierno. El Olimpio aseguraba haberlos visto por dos veces, según salía con la huebra al campo de madrugada. Al decir del Olimpio, los jueces se asentaban sobre las crestas desnudas de los chopos, mientras el reo, rodeado por una nube de grajos, lo hacía sobre las ramas del olmo que queda un poco rezagado, según se mira a la izquierda. Al parecer, en tanto duraba el juicio, los cuervos se mantenían en silencio, a excepción de uno que graznaba patéticamente ante el jurado. La escena, según el Olimpio, era tan solemne e inusual que ponía la carne de gallina. Luego, así que el informador concluía, los jueces intercambiaban unos graznidos y, por último, salían de entre las filas de espectadores tres verdugos que ejecutaban al reo a picotazos sin que la víctima ofreciera resistencia. En tanto duraba la ejecución, la algarabía del bando se hacía tan estridente y siniestra que el Olimpio, la primera vez, no pudo resistirlo y regresó con la huebra al pueblo. Cuando el Olimpio contó esta historia, Hernando Hernando dijo que había visto visiones, pero entonces el Olimpio dijo que le acompañáramos y allá fuimos todo el pueblo en procesión hasta el lugar y, en verdad, los grajos andaban entre los terrones, pero así que nos vieron levantaron el vuelo y no quedó uno. Hernando Hernando se echó a reír y le preguntó al Olimpio dónde andaba el muerto, y el Olimpio, con toda su sangre fría, dijo que lo habrían enterrado. Lo cierto es que dos años después regresó al pueblo con el mismo cuento y nadie le creyó. Yo era uno de los escépticos, pero, años más tarde, cuando andaba allá afanando, cayó en mis manos un libro de Hyatt Verrill y vi que contaba un caso semejante al del Olimpio y lo registraba con toda seriedad. Sea de ello lo que quiera, los cuervos constituyen una plaga en mi pueblo y de nada vale trancar los palomares durante la sementera una vez que los grajos andan sueltos, porque ya es sabido que allá donde caen estos pajarracos remueven los sembrados y acaban con la simiente.

De la misma llanada que se extiende ante los árboles eran querenciosas, en el otoño, las avutardas una vez los pollos llegaban a igualones. Eran pájaros tan majestuosos y prietos de carnes que tentaban a todos, incluso a los no cazadores, como Padre. Sin embargo, su desconfianza era tan grande que bastaba que uno abandonara el pueblo por el camino de Molacegos del Trigo para que ellas remontasen el vuelo sin aguardar a ver si era hombre o mujer, o si iba armado o desarmado. En cambio, de las caballerías no se espantaban, de forma que en el pueblo empezaron a cazarlas desde una mula, el cazador a horcajadas cubierto con una manta. El sistema dio buenos resultados e incluso Padre, que no disparaba más que la bota durante las cangrejadas de San Vito, cobró una vez un pollo de seis kilos que estaba cebado y tierno como una pava. Pero el pollo ese no fue nada al lado del macho que bajó el Valentín, el secretario, que dio en la báscula trece kilos con cuatrocientos gramos. El Valentín andaba jactancioso de su proeza, hablando con unos y con otros, y decía: «El caso es que no sé si disecarle o hincarle el diente». Don Justo del Espíritu Santo le aconsejaba que le disecara, pero el Ponciano abogaba por una merienda en la bodega de la señora Blandina. Así pasaron los días y cuando el Valentín se decidió y, finalmente, reunió a los amigos en la bodega de la señora Blandina y tenían todo dispuesto para asarla, vino un mal olor y el Emiliano dijo: «Alguien se ha ido». Pero nadie se había ido sino que la avutarda estaba podrida y empezaba a oler. Pero al animal no le quedaban más plumas que las del pescuezo y el obispillo y tampoco era cosa de disecarla así.