51921.fb2
Eloy repitió una y otra vez el número de teléfono que acababan de darle en información, e introdujo una moneda de cien pesetas por la ranura superior del aparato antes de marcarlo. Mientras lo hacía, no apartó los ojos del cruce donde había quedado con Cinta, Santi y Máximo. Aún era pronto para que apareciesen, pero se mantenía alerta por si acaso.
– Hospital Clínico, ¿dígame?
– La familia de Luciana Salas, por favor. No sé si sigue en la UCI o está ya en una habitación…
– Espere, no se retire.
Esperó, unos largos segundos. El corazón se le aceleró en el pecho a medida que se aproximaba el momento de la verdad. Tuvo que pasar otro filtro más. De pronto escuchó la voz de Norma.
– ¿Sí?
– Soy Eloy -cerró los ojos y mantuvo todo su ser en vilo.
No tuvo que preguntar nada.
– Sigue igual.
– ¡Ah!
– ¿Dónde estás?
– No te lo creerías -suspiró.
– ¿Por qué?
– Ando detrás del tío que les vendió esas mierdas.
– ¿Qué?
– Es igual, déjalo. Supongo que no es más que una forma de hacer algo, aunque…
– Eres increíble.
– Dile que la quiero.
– Vale.
– Pero díselo, ¿eh? Yo creo que…
– Lo haré, tranquilo. Ahora está Loreto con ella.
– ¿Loreto?
– Ha venido, sí.
Llenó los pulmones de aire. El teléfono se puso de pronto a dar señales de que el dinero se estaba acabando. Y ya no tenía más que decir.
– Esto se corta, adiós.
– Adiós, Eloy.
Se quedó con el auricular en la mano y la señal de la línea cortada zumbando entre los dos.